Balthazar Restaurant, 80 Spring Street, New York, NY 10012.
Teléfono 212-965-1414.
Ya escribí en estas páginas sobre un bistró francés, Bistro 110, en Chicago, y los motivos por lo que me gustan ese tipo de restaurantes. Aún a riesgo de repetirme y de que me considereís un afrancesado en temas gastronómicos, quiero hablaros de otro bistró francés fuera de Francia, el magnífico Balthazar en Nueva York. Insisto sobre el mismo tema porque Balthazar es realmente uno de mis restaurantes favoritos del mundo y he tenido la suerte de cenar allí recientemente.
Balthazar está situado en medio del barrio neoyorquino del Soho, una zona estupenda para pasear, llena de cafés, pequeños restaurantes, tiendas de moda y galerías de arte. Es lo que se puede llamar un restaurante de moda, en el sentido de que la gente acude a él no solo por su comida sino para disfrutar de su ambiente, y segundo lugar, porque cuesta trabajo conseguir una mesa.
En mi experiencia, ir a uno de estos “restaurantes de moda” es generalmente una decepción. Esto es así particularmente en mi querida Madrid, en donde, con frecuencia, después de los esfuerzos para conseguir la reserva, una vez traspasada la puerta del famoso restaurante, te encuentras con que la comida es mediocre, el servicio es antipático, salvo que seas tú mismo un famoso, y la cuenta es exorbitante. Mi experiencia en Balthazar es completamente diferente, salvo en el hecho de que hay que reservar con mucho tiempo. Después, una vez que entras por la puerta con tu mesa reservada la experiencia es inmejorable. El servicio, desde la maitre que te recibe a tu llegada y te acompaña a tu mesa, pasando por las camareras hasta la gente que te recoge los platos al final, es excelente. El servicio combina simpatía y profesionalidad en las proporciones correctas. En ningún momento tienes la sensación de que estarían tratando mejor a Robert de Niro si apareciera por allí.
Por supuesto, como en casi todos los restaurantes de Nueva York actualmente, casi todos los camareros hablan español y no tienen ningún reparo en atenderte en español si se lo pides. La camarera que nos atendió la última vez era neoyorquina, pero de padres dominicanos, conocía bien la carta y sus posibilidades y nos dio buenas recomendaciones y algo de conversación, sin entrometerse demasiado.
Otro de los elementos más atractivos de este lugar es su decoración y su ambiente. Aun siendo un restaurante moderno, se abrió en 1997, en un local anteriormente ocupado por un almacén mayorista de pieles, te hace sentir como si estuvieras en un café de París de los años 20. Realmente la decoración está bien conseguida y te hace sentir a gusto. Por otro lado, como buen restaurante de moda, también cumple las expectativas en cuanto la proporción de mujeres atractivas y bien vestidas. Como es habitual en los bistrós, las mesas están muy pegadas unas a otras, por lo que no es un buen lugar para conversaciones confidenciales. En contrapartida, es el lugar ideal para involucrar en tu conversación a los de la mesa de al lado.
Por último, dejadme que hable del elemento central, la comida. El menú de Balthazar no es excesivamente largo, pero incluye excelentes platos de comida casera francesa preparados de manera sencilla pero inmejorable. No hay mucho lugar para complicaciones culinarias, sino recetas simples y con estupendos ingredientes. Para empezar tienen entrantes clásicos, como los mejillones o la sopa de cebolla gratinada. Tienen unas excelentes ostras y marisco en general a precios razonables. Como plato principal, hacen una lubina a la sal extraordinaria, que se diferencia muy poco de la que se puede tomar en las costas de Cambrils o unas impresionantes costillas de buey con aros de cebolla. El único pero que le puedo poner a la comida de Balthazar es que la carta no incluya “cassoulet”, la versión francesa de la “alubiada” y mi plato favorito, en ambas versiones. Como es habitual en los restaurantes franceses, los postres típicos, volcán de chocolate, crema quemada, etc, son excelentes. La carta de vinos incluye multitud de vinos franceses con gran variedad de tipos y precios.
En fin, un lugar en el que es un verdadero placer comer o cenar y que os puedo recomendar sin ninguna reticencia. Además, sobre todo por la noche, se puede disfrutar a la salida de los múltiples cafés y terrazas que hay en el barrio del Soho. En fin, uno de estos sitios que hacen que viajar a Nueva York sea siempre un placer.
Epi
Ya escribí en estas páginas sobre un bistró francés, Bistro 110, en Chicago, y los motivos por lo que me gustan ese tipo de restaurantes. Aún a riesgo de repetirme y de que me considereís un afrancesado en temas gastronómicos, quiero hablaros de otro bistró francés fuera de Francia, el magnífico Balthazar en Nueva York. Insisto sobre el mismo tema porque Balthazar es realmente uno de mis restaurantes favoritos del mundo y he tenido la suerte de cenar allí recientemente.
Balthazar está situado en medio del barrio neoyorquino del Soho, una zona estupenda para pasear, llena de cafés, pequeños restaurantes, tiendas de moda y galerías de arte. Es lo que se puede llamar un restaurante de moda, en el sentido de que la gente acude a él no solo por su comida sino para disfrutar de su ambiente, y segundo lugar, porque cuesta trabajo conseguir una mesa.
En mi experiencia, ir a uno de estos “restaurantes de moda” es generalmente una decepción. Esto es así particularmente en mi querida Madrid, en donde, con frecuencia, después de los esfuerzos para conseguir la reserva, una vez traspasada la puerta del famoso restaurante, te encuentras con que la comida es mediocre, el servicio es antipático, salvo que seas tú mismo un famoso, y la cuenta es exorbitante. Mi experiencia en Balthazar es completamente diferente, salvo en el hecho de que hay que reservar con mucho tiempo. Después, una vez que entras por la puerta con tu mesa reservada la experiencia es inmejorable. El servicio, desde la maitre que te recibe a tu llegada y te acompaña a tu mesa, pasando por las camareras hasta la gente que te recoge los platos al final, es excelente. El servicio combina simpatía y profesionalidad en las proporciones correctas. En ningún momento tienes la sensación de que estarían tratando mejor a Robert de Niro si apareciera por allí.
Por supuesto, como en casi todos los restaurantes de Nueva York actualmente, casi todos los camareros hablan español y no tienen ningún reparo en atenderte en español si se lo pides. La camarera que nos atendió la última vez era neoyorquina, pero de padres dominicanos, conocía bien la carta y sus posibilidades y nos dio buenas recomendaciones y algo de conversación, sin entrometerse demasiado.
Otro de los elementos más atractivos de este lugar es su decoración y su ambiente. Aun siendo un restaurante moderno, se abrió en 1997, en un local anteriormente ocupado por un almacén mayorista de pieles, te hace sentir como si estuvieras en un café de París de los años 20. Realmente la decoración está bien conseguida y te hace sentir a gusto. Por otro lado, como buen restaurante de moda, también cumple las expectativas en cuanto la proporción de mujeres atractivas y bien vestidas. Como es habitual en los bistrós, las mesas están muy pegadas unas a otras, por lo que no es un buen lugar para conversaciones confidenciales. En contrapartida, es el lugar ideal para involucrar en tu conversación a los de la mesa de al lado.
Por último, dejadme que hable del elemento central, la comida. El menú de Balthazar no es excesivamente largo, pero incluye excelentes platos de comida casera francesa preparados de manera sencilla pero inmejorable. No hay mucho lugar para complicaciones culinarias, sino recetas simples y con estupendos ingredientes. Para empezar tienen entrantes clásicos, como los mejillones o la sopa de cebolla gratinada. Tienen unas excelentes ostras y marisco en general a precios razonables. Como plato principal, hacen una lubina a la sal extraordinaria, que se diferencia muy poco de la que se puede tomar en las costas de Cambrils o unas impresionantes costillas de buey con aros de cebolla. El único pero que le puedo poner a la comida de Balthazar es que la carta no incluya “cassoulet”, la versión francesa de la “alubiada” y mi plato favorito, en ambas versiones. Como es habitual en los restaurantes franceses, los postres típicos, volcán de chocolate, crema quemada, etc, son excelentes. La carta de vinos incluye multitud de vinos franceses con gran variedad de tipos y precios.
En fin, un lugar en el que es un verdadero placer comer o cenar y que os puedo recomendar sin ninguna reticencia. Además, sobre todo por la noche, se puede disfrutar a la salida de los múltiples cafés y terrazas que hay en el barrio del Soho. En fin, uno de estos sitios que hacen que viajar a Nueva York sea siempre un placer.
Epi
3 comentarios:
Ya estoy preparando el cerdito-hucha... ¡También quiero ir!
Qué gran acierto!!! Me encanta este sitio!!! Los mejores brunch de NY!!! Un sitio genuíno
Rompí el cerdito - hucha para el brunch y fue magnífico.
Gracias a Epi y a Ana por la sugerencia del sitio y del momento...!
Publicar un comentario