En Grand Central Station me senté y lloré


Elizabeth Smart
Traducción y notas: Laura Freixas
Editorial Periférica
155 páginas

Como sucede en tantos otros autores, la vida de Smart y esta obra suya están entrelazadas de tal manera que no es posible entender una sin la otra. Canadiense, nacida en el seno de una familia acomodada, comenzó a escribir muy joven y publicó su primer libro de poemas con 15 años. A los 18 se marchó a Londres a estudiar música y, a su regreso a Canadá, comenzó a trabajar como secretaria de Margaret Watt, directora de una asociación de mujeres. Con ella viajó por todo el mundo y fue en el curso de uno de estos viajes cuando, hojeando libros de poesía en la londinense Charing Cross, se enamoró de un poeta a través de su obra y decidió que haría todo lo posible por estar con aquel hombre. A cualquier precio.
Y lo consiguió. Logró, con la ayuda de Lawrence Durrell, llevar a Baker y a su esposa a los Estados Unidos desde Japón, donde él trabajaba como profesor, pagando ella el viaje. Mantuvieron una tumultuosa relación hasta su muerte en 1986. Él tuvo quince hijos con varias mujeres, cuatro de ellos con Elizabeth. Nunca abandonó a su esposa para casarse con ella con el argumento de que era católico pero a la muerte de aquella se casó con otra. Elizabeth Smart mantuvo con su trabajo a todos los hijos que tuvo con Baker y siguió a éste a través del mundo trabajando con mayor o menor fortuna en distintos puestos que, o bien dejaba para ir tras él, o bien perdía a causa de un nuevo embarazo. Y en medio de todo esto escribió la que fue su obra maestra en 1941, después de volver a su país natal para dar a luz a su primera hija, Georgina. En 1945 se publicaron 2000 copias de En Grand Central Station me senté y lloré, a pesar de los intentos de su madre por eliminar cuantas pudiera para ocultar la vergüenza de una historia adúltera y desigual.
La novela es tan vital, tan estremecedora y tan bella como la propia historia. Plagada de referencias a la Biblia, a Shakespeare y a otros poetas ingleses, como Thomas Lovell Beddoes o Robert Southney, su lectura tiene varios niveles: se disfruta si uno se deja llevar por el lenguaje apasionado, rico y preciso que la convierte en un largo poema en prosa, pero resulta más compleja –y más enriquecedora y esclarecedora– si uno se adentra en las relaciones intertextuales. Para ello, la edición se completa con una serie de notas divididas por capítulos, cortesía de la traductora. Una auténtica conmoción en una época y en un lugar dónde imperaba el realismo en literatura, dónde las historias se estructuraban en un argumento clásico, Grand Central puede leerse hoy sin restos de polvo. Un canto al amor y al abandono que, por universal, no ha quedado obsoleto y cuya audacia le permitirá mantenerse como moderno entre los modernos, salvo por unas cuantas referencias temporales.
Me gustaría dejaros una frase de muestra pero me resulta imposible: lo tengo todo subrayado. Me quedaré, a duras penas, con dos. Una, recién iniciado el encuentro, muestra la tensión entre lo esperado, lo infinitamente pospuesto y lo inminente, lo inevitable: “…las palabras que intento arrancar del teclado expiran en el aire y se disuelven en besos cuyas sustancias químicas son más mortíferas si no estallan.” La otra, al final del libro, pasado incluso el clímax de la desesperación, dice así: “Nada, excepto el brazalete que él puso en mi muñeca, me recuerda que alguna vez estuve viva. Mis ojos apagados, mis días vacantes, sólo demuestran que estoy muerta, no dicen por qué, ni hablan de su existencia”.
En la tumba de Elizabeth Smarth queda, a modo de epitafio, un verso de Horacio: Non Omnis Moriar (http://www.poetsgraves.co.uk/smart.htm). “No estoy del todo muerta”. No lo estará nunca, mientras algún ser humano sienta el amor como ella.
Amelia Pérez de Villar

5 comentarios:

ana dijo...

Éste no me lo pierdo!

WM dijo...

en este blog los libros son injustamente poco coreados. una recomendacion muy interesante

ASM dijo...

Tienes razón WM!!! Y el caso es que en la encuesta que hicimos, la sección dedicada a los libros fue de las más valoradas y me consta que es muy seguida por los vierners. Hay gente que se hace su priopia lista de libros a leer con las recomendaciones de viernes. Pero por lo que sea no se animan a dejar sus comentarios.

Anónimo dijo...

A mi me ha gustado mucho tu crítica Amelia (como siempre). Y me atrae la historia.
Respecto a las listas de "posibles", yo tengo tal lista y tal pila de libros esperando a ser leídos que cuando la semana pasada dijeron que nos iban a atrasar dos años la jubilación, que es mi única esperanza de leerlos, casi me da algo...
Besos,
Soniapt

RA dijo...

Hoy mismo me lo compro.