Xilitla, el jardín del surrealismo

Érase un aristócrata inglés que, cansado de la anodina vida victoriana, fue en busca del paraíso: un lugar donde cultivar orquídeas y proyectar su espíritu libertario. Le llamaban Sir Edward James.
Su mansión de 300 habitaciones en el sur de Inglaterra se le había quedado pequeña. La campiña era triste y umbría y el invierno no terminaba nunca. El aristócrata comenzó a recorrer mundo atraído por el incipiente surrealismo. En Roma, París, Nueva York y Los Ángeles conoció a Buñuel, Dalí, Picasso y Magritte. Ante la imposibilidad de emularles, se convirtió en su mecenas.
Pero Sir Edward James seguía echando de menos las orquídeas. Hasta que un día llegó a Cuernavaca invitado por Leonora Carrington. En esa ciudad mexicana conoció a Erich Fromm, a Aldous Huxley y al encargado de los telégrafos, Plutarco Gastélum.
Al mundo feliz de Cuernavaca le faltaba algo. La ciudad de la eterna primavera donde Hernán Cortés se jubiló, tampoco cumplía las expectativas florales de aquel excéntrico noble. A cambio, quedó atrapado por la personalidad de Plutarco Gastélum, el indio yaqui que trabajaba en la oficina de correos.
Sir Edward se lanzó a descubrir México en compañía de Plutarco. En uno de sus viajes, les hablaron de un paraje donde las orquídeas crecían silvestres. Se trataba de un pueblo recóndito de la huasteca potosina: Xilitla.
No lo dudaron. Sir Edward y Plutarco desembarcaron en ese mágico paraje y plantaron varias orquídeas. Pero no habían transcurrido quince días cuando cayó una de la mayores nevadas que recordaban los lugareños y las gardenias se helaron. Derrotado por la naturaleza, Sir Edward James decidió, entonces, crear algo imperecedero.
Mientras tomaba el baño en una poza, unas mariposas se posaron en su cuerpo. El aristócrata lo interpretó como una señal y creó allí mismo su Jardín del Edén. La obra duró treinta años y le costó una colección de cuadros de Dalí. El resultado fue delirante. Un homenaje al absurdo. Un sueño irreal. La catedral del surrealismo. Un bosque encantado donde conviven anárquicamente esculturas, animales, selva y hormigón. Dalí tenía razón cuando calificó a aquel lunático inglés como el único surrealista realmente loco.
Sir Edward no era arquitecto. Se limitaba a dibujar bocetos que un carpintero local interpretaba en moldes de madera. El resto lo dejó en manos de una treintena de albañiles que aplicaban cemento y varillas a su antojo. El resultado está hoy a merced de los viajeros que llegan hasta allí, atraídos por la curiosidad.
En Las Pozas nada es útil, pero todo es bello. Más de treinta hectáreas de construcciones sin sentido se muestran como una pesadilla: arcos simulando plantas tropicales, escaleras que terminan en el cielo, jacuzzis para peces, aviones, columnas apoyadas sobre capiteles y pilares que sostienen montañas. Un entorno idílico por el que Sir Edward se paseaba desnudo acompañado por sus guacamayos.
La vida y obra de este personaje no se entiende sin Plutarco, el indígena de Cuernavaca que aceptó ser su secretario particular. La familia de Plutarco adoptó al tío Edward quien, al fin, encontró el hogar que le había negado su alcurnia.
Cuando se instalaron en Xilitla, Plutarco ya estaba contagiado por el furor creativo de los amigos de Sir Edward. Su aportación fue un castillo levantado en medio de un mar de casas de hormigón y uralita. Otra fantasía. Un edificio estrambótico mezcla de palacio renacentista veneciano y catedral neogótica.
El edificio es hoy un hostal muy singular. Intacto desde la época de Plutarco, sus pasillos respiran la atmósfera inquietante de una cripta con la huella de Sir Edward James, Leonora Carrington y Remedios Varo.
En Xilitla adquiere pleno sentido la expresión de Breton, que se refirió a México como "un país surrealista por naturaleza".
Antonio C.
 

9 comentarios:

ASM dijo...

Interesante historia Toño. Yo, sin duda, seria feliz en un lugar de primavera perenne. Y si tuviera las posibilidades económicas ilimitadas de Sir Edward ni te cuento. En su defecto, tengo una orquidea en casa y me tiene fascinada.
Gracias por presentarnos a Sir Edward y llevarnos hasta Xilitla

Anónimo dijo...

Que rincón tan interesante, como apetece pasear por allí. Gracias.
Paz M

ana dijo...

Es verdad que es interesante. ¿Cómo se puede llamar el que un día fue un niño, Plutarco? (parece que lo hubiera bautizado GªMárquez). Por cierto... fascinante personaje tb el de Leonora Carrington

Anónimo dijo...

Quë historia tan interesante!!!.
Me encanta el video. Otro sitio más para ir.
Ra

Daniel H dijo...

Preciosas fotos, Antonio. Muchas gracias por compartir este lugar con nosotros.

Maria Luisa dijo...

Fascinante historia...

Javier Parrondo dijo...


Espero que nunca dejes de escribir, Antoñito. Animo porque pocas veces he leído relatos tan bien estructurados y con un estilo tan personal. Yo también me he lanzado a hacer mis pinitos en la literatura de viajes pero no llego a tus cotas!!! Javier P.

Paco Cabrera dijo...

Hola Antonio.

Muchas gracias por trasladarnos al mundo de las orquídeas y de la locura, sobre todo expresado con la maestría que tú tienes.

¡De casta le viene al galgo!

Susana dijo...

Logras que la historia resulte muy interesante, además de excéntrica. Todavía no he tenido el placer de conocer Xilitla, para la próxima. Gracias Antoñito...un besote mexicano.