De vez en cuando, a los vierners que vivimos en el midwest americano nos entran unas ganas irrefrenables de comer palomitas con sabor a queso. Entonces, empaquetamos los los jerséis gordos, los gorros y los niños y conducimos hasta Chicago, la ciudad del viento.
En el sitio donde desemboca el río Chicago en el gran Lago Michigan vivían los indios Potawatomi antes de que llegaran los misioneros franceses, los colonizadores europeos y los americanos.Durante años se sucedieron guerras, acuerdos y tratados. Al final, los indios se fueron a otras praderas, la ciudad fue creciendo y llegó el ferrocarril, y con él el comercio y la industria que convirtieron a Chicago en la tercera ciudad mas importante de Estados Unidos.
Un día de 1871 el Chicago Tribune contó en sus páginas que la vaca de la señora O’Leary dio una patada a una lámpara de queroseno e inició un incendio, el Gran Incendio de Chicago. Como la mayoría de los edificios eran de madera, las llamas, con la ayuda del famoso viento, destruyeron la ciudad. Así es que hubo que reconstruirla pero esta vez, en lugar de usar madera, los jóvenes arquitectos e ingenieros usaron tecnologías más nuevas: acero, cemento, vidrio y, sobre todo... ascensores. Daniel Burnham, Louis Sullivan, Frank Lloyd Wright y Mies van der Rohe entre otros muchos, vinieron a Chicago deseosos de poner en práctica nuevos métodos de construcción en una ciudad donde todo estaba por hacerse y la recién creada “Escuela de Chicago” y sus rascacielos de armadura metálica pronto empezaron a asombrar al mundo y convirtieron esta ciudad en un museo viviente de arquitectura.
La Windy City no es una ciudad tan grande ni glamurosa como Nueva York, ni tiene las estrellas de cine de Los Angeles, ni las universidades de Boston, ni la vida política de Washington.Y ahora, ni siquiera tiene los gángsters que la hicieron famosa en los años 30, así es que Chicago es solo una ciudad sin mas, una ciudad con tiendas y restaurantes, con gente que va a trabajar, andando o en tren, casi sin extranjeros ni turistas, sin grandes museos ni monumentos y eso la convierte en una ciudad auténtica, de verdad, una ciudad-ciudad, una ciudad para estar y pasear.
Y así es como se pasea en Chicago: muy abrigados, con guantes y gorro... y mirando hacia arriba....
Sobre todo si te apuntas a uno de los mas de 80 tours a pie, en bus o en barco, que organiza la Chicago Architecture Foundation. Paseos guiados por voluntarios, algunos de ellos arquitectos, que te van contando las historias que hay detrás de cada rincón de la ciudad. Dicen que “No hay otro arte como la arquitectura que exprese tan intensamente lo que Chicago es y hacia donde va”
Aunque Chicago también se puede recorrer en sus trenes elevados, que serpentean entre el Loop (el centro de la ciudad) y algunos de sus barrios.
Pero esta ciudad nunca deja de producir nuevas sorpresas y la última es el Millenium Park, el proyecto cultural más ambicioso y caro de su historia, que convirtió un parque abandonado en un centro de atracción social con el lago Michigan de fondo.
El Parque del Milenio representa muy bien el mundo de hoy, un mundo híbrido donde cada uno tiene una visión distinta de la realidad, así lo cuenta el escultor catalán Jaume Plensa, que diseñó la fuente del parque. La fuente Crown son dos torres con unas pantallas gigantes en las que se proyectan continuamente las caras de muchos habitantes de Chicago, de repente un chorro de agua sale disparado de los labios de una de las caras y niños y adultos corren a darse un baño y a chapotear descalzos sobre el agua (Bueno, esto solo pasa en agosto).
Otra extraordinaria obra del parque es el pabellón Pritzker, diseñado por el famoso arquitecto Frank O. Gehry, un escenario de placas metálicas retorcidas que se conecta con el público a través de unos tubos que permiten ver el cielo estrellado mientras se escucha la música y se observa el espectáculo.
Y otra escultura impresionante es la Cloud Gate, “la judía” del escultor indio Amish Kapoor, que parece una gota gigante de mercurio y refleja por arriba los rascacielos y las nubes del cielo de Chicago y por la parte de abajo a los transeúntes que pasean por el parque.
Y otra escultura impresionante es la Cloud Gate, “la judía” del escultor indio Amish Kapoor, que parece una gota gigante de mercurio y refleja por arriba los rascacielos y las nubes del cielo de Chicago y por la parte de abajo a los transeúntes que pasean por el parque.
Un paseo por el Parque del Milenio es siempre sorprendente e inolvidable, un espacio donde el público interactúa con la arquitectura, el paisaje, el arte y la música.
Porque además, Chicago tiene música. El Jazz corre por las venas del esta ciudad desde los años 20, cuando los negros del sur de los Estados Unidos emigraron hacia el norte buscando una vida mejor. Cientos de músicos vinieron de Nueva Orleans y convirtieron a Chicago en el centro del Jazz. Aquí se hicieron un nombre leyendas como Louis Armstrong, Joe “King” Olivier y Jelly Roll Morton....
En septiembre, el ayuntamiento organiza el Chicago Jazz Festival y la ciudad se llena de músicos y visitantes pero no hacen falta festivales para darse cuenta de que la música está por las calles de Chicago y hay músicos tocando hasta con cubos de pintura. Dicen los Chicaguenses que el Jazz vive aquí....
Así es que no hay mejor forma de acabar un día agotador de paseo por Chicago que sentados en algunos de sus originales clubs de Jazz, con un cóctel en la mano. El Green Mill, el mas antiguo de ellos, es uno de mis favoritos, y aún conserva una puerta de atrás por la que te parece ver huir a Capone en la época de la Ley Seca, en que Chicago era sobre todo copas, Jazz y vestidos bonitos y los puritanos americanos les llamaban gánsters.... Y los músicos blancos y negros se escondían para poder tocar juntos desafiando todas las prohibiciones...
Nosotros siempre vamos a Chicago en nuestras vacaciones de “Thanksgiving”, giving thanks por vivir cerca de esta maravillosa ciudad que nos despierta siempre de la anestesia del midwest.
Aunque al final, otra vez se nos olvidó probar las palomitas de sabores...
Maria Luisa
10 comentarios:
ML, qué bueno tu video !!!! y el texto!! leyendote me han entrado ganas de ir a Chicago a escuchar Jazz y pasear sus calles con esos edificios imponentes.
Gracias por permitir asomarnos a tu viaje de Thanksgiving.
A mí me encanta Chicago!! Claro que yo sólo lo he visto en primavera, sin luces de Navidad... Pero esta ciudad tiene algo que no tiene ninguna otra de las que yo he visitado en los US. Yo he hecho el tour del río (no he pasado tanto calor en mi vida con esa humedad aplastante!) y he disfrutado un poco del jazz de Chicago.
Os recomiendo que leáis "The devil in the white city" para entender todo lo que rodeó a la Exposición Universal de 1893 y para disfrutar un mundo que no conocimos. No todos los libros son caaces de conseguir transportarnos a otra época. A la época de los grandes arquitectos y proyectos transoceánicos cuando los viajes se hacían en barco. Desde que lo leí no puedo ver a Chicago más que desde aquella época.
M Luisa, nos ha encantado!! Tan de acuerdo con todo. El Millenium Park, en efecto es un paraíso de los sentidos:).
A ver si un Thanksgiving de estos nos encontramos allí, embutidos claro está, en gorros y guantes. Besos!!
Me encanta el reportaje y el montaje ¡Que bonito María Luisa!, gracias por haber podido disfrutar ¡de todo eso con vosotros!
Nuria, welcome to viernes!
A ver si nos vemos antes de thanksgivings!
Ana, acabo de pedir "The devil in the white city" a Amazon, por una vez no tengo que esperar meses para leer los libros que recomiendas. Que bien!
Espero que te guste... A mí me enganchó. Y es de esos libros que han dejado un recuerdo muy fuerte en mi memoria. Me ha encantado todo: tu forma de ver la ciudad desde una perspectiva tan particular, el video, todo!!
Que recuerdos! No me importo en absoluto que el huracan nos impidiera volar a NY y que tuvieramos que cambiar el planning por una semana en La Ciudad Del Viento...enamorado! :)
Gracias Mª Luisa por llevarnos a Chicago en Semana Santa, como aquí también hemos necesitado gorro y guantes, no me ha costado mucho incorporarme a los paseos mirando hacia el cielo, subir en los trenes elevados y acabar escuchando jazz en el Green Mill.
Vaya! Dejé de ver españoles por el mundo porque me quería escapar a todos los rincones que aparecían... y voy a tener que dejar de leeros por la misma razón. Qué envidia! Ahora mismo cogía el bolso y me iba con mi familia, con amigos... Qué descripción tan fantástica!!! Gracias ML!
Susana D.
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