Skoura, el oasis del silencio

Encontrar “paraisos perdidos” está al alcance de cualquiera. Basta con llamar a la puerta de una agencia de viajes. Es un poco más caro, porque la inaccesibilidad se paga, y no siempre a buen precio. Hoy, muchos turistas (no me atrevo a decir viajeros: el turista está un listón por debajo del viajero) se plantean las opción de los paraísos perdidos para huir del turismo de masas. Son en general gentes exquisitas o simplemente, grupos de jóvenes que quieren acceder a la exquisitez en 4 x 4.
Skoura esta a un tiro de piedra de Ouarzazate, al Sur de Marruecos. El turismo que no suele pasar de Marrakech, un destino que se ha popularizado en los últimos veinte años. Antes, Marrakech era uno de los enclaves más exclusivos del norte de Africa y en él pusieron sus ojos artistas, diseñadores de moda, políticos, escritores, cineastas, etc. Allí tenían casa muchos franceses de postín, y los que no tenían, se alojaban en la mítica Mamounia, posada de viajeros ilustres.
Pero todo cambia, y aunque Marrakech conserva intactas sus señas de identidad (la plaza Djemaa el Fna, los amplios jardines, las murallas o la pintoresca Medina), la masificación ha hecho huella en su fisonomía. Los hoteles se han multiplicado abrumadoramente y por todas partes estiran el cuello los edificios de apartamentos. El aeropuerto es un incensante ajetreo de vuelos que traen y llevan pasajeros de media Europa. Para la mayoría de ellos, Marruecos termina en Marrakech. Tienen razón a medias. Porque si el turista curioso se asoma a un mapa tal vez sienta la tentación de atravesar el Atlas, cuya orografía aviva poderosamente el ánimo. No menos de cuatro horas se tarda en cruzarlo. Tiempo suficiente para hartarse de curvas. El Atlas fue retratado a discreción en Babel, la película de Gonzalez Iñarritu, uno de cuyos papeles estelares interpretó Brad Pitt. Ignoro si Pitt (con Angelina a cuestas y esa prole que parece sacada de un calendario del Domund) descubrió entonces Skoura o ya lo había hecho antes, entusiasmado por los lugares exóticos. No es tonto el chico. Pitt encontró en Skoura un pequeño “Relais & Chateaux” oculto en una vieja kasba (que a lo mejor era novísima: tampoco hay que fiarse). Aviso a los navegantes: cuesta más de mil euros pasar la noche allí, y su localización no está señalizada. El hotel tiene, además, una entrada discreta que confunde a los presuntuosos. Cuestión de buen gusto: los auténticos ricos prefieren no llamar la atención. Dentro, en cambio, todo es primor y excelencia. Sólo eso explica que algunos huéspedes no salgan de la habitación ni para dar los buenos días. En esta exclusiva cadena de hoteles, hasta el jabón de tocador tiene categoría de obra de arte.
Yo no estuve alojada en el “Relais & Chateaux”, pero conseguí un enchufe para conocerlo. También conocí un establecimiento dirigido por un español que lleva diez años en Skoura. Le llaman “Juan el Moro” y su hotel no tiene pérdida. Mejor dicho: sí la tiene. Juan el Moro riñó un día con su vecino de kasba y en la actualidad hay dos hoteles iguales, uno junto a otro, con el mismo nombre. Juan el Moro se llama en realidad Juan Romero, es de Cadiz y pertenece a las hornadas de españoles que dejaron su trabajo en una oficina bancaria para ir en pos una nueva vida. Restauró una kasba medio derruida y compró una burrita que ahora es el capricho de los viajeros. Sus precios son módicos y su conversación, impagable.
Skoura es un oasis situado a la entrada del desierto y uno de los enclaves de la denominada ruta de las mil kasbas, viejas construcciones hechas de adobe, en íntima comunión con el desierto. Una arquitectura que recuerda vagamente a la de Yemen. Belleza pura y dura. El oasis de Skoura es un palmeral de 50 kilómetros cuadrados envuelto en una atmósfera estremecedora. No hay calles, ni plazas, ni signos de civilización urbana. Sólo el leve petardeo de un ciclomotor o la presencia de algún burrito bíblico denotan que allí hay vida. Entre la vegetación se difuminan las siluetas de las kasbas, fortificaciones defensivas que sobreviven a la erosión del tiempo. La mayoría de ellas datan de los siglos XVII y XVIII, y las inclemencias metereológicas (temperaturas extremas, riadas, etc) han vapuleado sus fachadas, que requieren ser continuamente remozadas para evitar su desmoronamiento. Hasta ahora, los propietarios de algunas de esas kasbas se esmeraban en su rehabilitación, pero la crisis del sector turístico, que tras el atentado de Marrakech ha golpeado duramente Marruecos, les está quitando las ganas. No importa. La belleza ruinosa también conmueve, y Skoura está cuajado de kasbas cuarteadas que extreman la singularidad del paisaje. La arcilla proyecta en la luz un guiño como de oro. Es el efecto de la paja mezclada con el barro. Kasbas y morabitos se dispersan por el oasis escondidos entre palmeras (hay más de 700.000, aunque yo no las he contado). También se ven granados, pimenteros, tamarindos, olivos y almendros. Los granados sangran, los olivos resisten, los pimenteros ponen su pincelada fina y las palmeras regalan voluptuosos racimos de dátiles.
En el camino de vuelta a Marrakech (y en el de ida, a 43 kilómetros del  oasis de Skoura) está Ouarzazate, que en su día fue meca del cine internacional. La ciudad es conocida como Puerta del Desierto. Aquí llegan vuelos de Casablanca y de París. Hay buses para ir a Skoura y a otros lugares de la ruta de las kasbas, pero lo recomentable es alquilar un coche y completar el paseo con alguna que otra excursión a la carta. Por ejemplo: a las gargantas de los ríos Todra y Dades o al valle del río Draa. Marruecos esconde sorpresas en todas las direcciones. Descubrirlas es experimentar la búsqueda del tiempo perdido. El tiempo del silencio.
Carmen Rigalt

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Héctor, ¿vamos?
Ana

Maria dijo...

Yo quiero ir..

Anónimo dijo...

Qué bueno. Vaya colaboración de categoría. Mil gracias, me encanta. Amalia

Anónimo dijo...

Yo tb quiero ir, suena muy bien. Gracias.

Vane

Anónimo dijo...

Ayer, escribí cuando sólo había leido el texto... Pero... las fotos son chulísimas. Dan todavía más ganas de ir. Pues enhorabuena a Carmen Rosa y a Walter por lo que les toca!
Ana

ASM dijo...

Estuve en esa zona de Marruecos hace un par de años. Y atravesé el Atlas en autobus en ambas direcciones completando casi 8 horas de viaje. La verdad es que me pareció fascinante y entre familias marroquies, viajantes de chilaba, paradas en pueblos con bar, freiduría y carnicería compartiendo espacio mes sentí un poco mas viajera que turista. Luego al llegar a Ouarzazate alquilamos un vehiculo y nos lanzamos a la carretera que te lleva al desierto y a las kasbas. Pasamos por Skoura pero como nuestro destino eran las gargantas del Dades y el Todra no nos detuvimos aun así toda esa zona es mágica, la carretera es el viaje en sí mismo, no es el medio es el fin. Se van sucediendo colores en el paisaje, ocres, granates, naranjas, blancos a lo lejos, de repente el verde de las palmeras... el silencio del que habla Carmen y la gente que te encuentras diseminada por el camino, accesible, amable, pero tambien un poco recelosa frente al extranjero que viene de alguna manera a perturbarle...Me pareció una de las experiencias mas bonitas de mis viajes asi que estoy deseando volver y esta vez pararme en Skoura a disfrutar de lo que cuentas.

Anónimo dijo...

Que bonito lo cuentas!. Por un momento me he visto allí.Me guataría conocerlo.
Ra

ASM dijo...

Carmen Rosa, las fotos son realmente bonitas. Gracias por compartirlas con viernes

Anónimo dijo...

Como cada vez que leo Viernes, me ha encantado poder viajar, al menos mentalmente, con vuestras descripciones... que me encantan! Muchas gracias por darme esa oportunidad...

Ampa, si vuelves dímelo, por si pudiera acompañarte!

Maria Luisa dijo...

Ay que bonito!
Y que bonito lo cuentas!
Bienvenida a Viernes Carmen, me pareces un lujo para esta pequeña familia que somos.
Gracias!

Carmen Rigalt dijo...

Gracias por vuestros comentarios. Me gustaría escribir más, pero ultimamente no viajo casi nada, así que lo tengo crudillo. De todas formas, os animo a pasar el Atlas, que está a la vuelta de la esquina y resulta bastante económico. Si pernoctais en Skoura, no os olvideis de Juan "el moro" (además es muy guapo). Yo no dormí allí, pero su kasbah es muy bonita y está impecable. Ah: y tiene una burrita que es la mascota de la casa. Ya me contareis.
Saludos a todas/os

ana dijo...

Hecho!! atravese el atlas y descubri Aït Benhaddou. Fascinada para siempre...