La fenomenal canción-resumen de Breaking Bad que hicieron
los Cuates de Sinaloa para sus plebes dice “La ciudad se llama Dulles, Nuevo
México el estado, entre la gente mafiosa su fama se ha propagado, a causa de una
nueva droga que los gringos han creado. Dicen que es color azul y que es pura
calidad […]. Y los dueños de la plaza no la pudieron parar […]”. Más o menos
esto es lo que sucede en la serie que ha arrasado en la última entrega de los
premios Emmy.
BB estira la cantinela de que todos tenemos un lado
perverso, y que lo mejor que le puede pasar a quienes nos rodean es que la vida
no nos ponga contra las cuerdas y emerja el lado oscuro. Walter White es uno de
esos genios que viven arrinconados en el olvido por no ser un trepa y pagar lo
que debe. White trabaja como profesor de química en un instituto y se viste de
franela gris. Cuando le diagnostican un cáncer acompañado del peor de los
pronósticos, se plantea cuál es su legado y el destino de su hipoteca y su
familia: su mujer, la irritante Skyler, y su descendencia (que incluye a un
hijo discapacitado). Es entonces cuando se despierta su ángel exterminador y,
junto con Jesse Pinkman, comienzan a producir y distribuir un cristal azul que,
dicen los Cuates, es de tal pureza que su fama llega a Michoacán. Por su parte,
Pinkman es el ejemplo perfecto del inútil fracasado, hijo de la clase media de
misa dominical que, tras haberse fumado y bebido el Misisipi, anda dando tumbos
por la vida como vaca sin cencerro.
White y Pinkman tienen el atractivo de otras sociedades
legendarias como “el Gordo y el Flaco”, aunque están impregnados del olor a ajo
de los pueblos. El negocio que ponen en marcha tiene dos objetivos iniciales.
Por un lado, garantizar un colchón que permita a los White sobrevivir al magro
sistema de bienestar norteamericano (que no te pille un cáncer ni una viudez
sin un buen seguro). Por el otro, que Pinkman pueda comprarse diecisiete
iPhones. Después, como en esas noches en las que se sale sólo para tomarse una
caña, llega el éxito.
Cada domingo, los White hacen alegres barbacoas con la
hermana de Skyler, una ñoña con rebeca y tacones de aguja y su marido Hank.
Éste es el mayor apoyo para Walter durante su enfermedad y el agente de la DEA
encargado de desarticular las redes de narcotraficantes de todo Nuevo México.
Hank, ante cuyos ojos pasa la vida, es un buen hombre, aunque pertenece al
grupo de los que no han sabido llegar al siglo XXI con un concepto de la
masculinidad mínimamente respetable.
Un pequeño spoiler, en algun punto la serie describe las relaciones entre las mafias de ambos lados de la
frontera. Y lo hace a través de algunos de los malos más grotescos y delirantes
que se han visto en la historia de esta sección de Viernes.
H