Mi serie favorita: American Horror Story

La explosión de las series ha logrado prácticamente su triunfo sobre el cine. Ahora que el mejor cine se hace en formato serie, todas las tramas pueden desarrollarse en cualquier escenario, incluso aquellos que hace unos años hubieran parecido un terreno de monocultivo para superproducciones de Steven Spielberg: el mundo de los zombis (The Walking Dead) o los vampiros (True Blood), los cuentos infantiles (Once Upon a Time), o las casas encantadas (American Horror Story). Por desgracia, a las series ambientadas en mundos fantásticos les falla el público prejuicioso que considera que sólo puede dar su tiempo a la narrativa más elevada: “¿¿¿Yo???... ¿Viendo una serie de fantasmas?”. ERROR: muchas de ellas tienen guiones que cuentan magníficas historias en las que lo fantástico es sólo una excusa para poder caricaturizar.
American Horror Story es una serie de terror para iniciados en el mundo de las series. Digo para iniciados porque, en cierta forma los argumentos de espíritus o maniacos que articulan la narración sirven para desarrollar entre líneas unos personajes muy bien construidos que te pegan a la pantalla de tu iPad. Con la segunda temporada sabemos que cada semestre la trama cambia.
En la primera temporada se cuenta la historia clásica de una familia americana de guapos de clase media que pasan por dos desgracias simultáneamente: viven la adolescencia de su hija y ocupan un caserón encantado. No resulta evidente la profundidad del encantamiento hasta bien mediada la temporada, pero de entre todos los problemas que los Harmon tienen dentro y fuera del recinto de su jardín, destaca uno muy pronto. Jessica Lange (Constance Langdon) es la vecina inquietante que irá poco a poco descubriéndoles el pasado de la casa y de sus inquilinos. Sin exagerar, creo que este personaje, con su mezcla de patetismo y dignidad, y la contradicción que supone vivir con una intensidad extrema todos los sentimientos humanos (incluida la lujuria), es uno de los mejores que he visto, tanto por los que le da el guión como por la interpretación. Su familia, esperpéntica, es un apoyo para los Harmon, especialmente Tate (Evan Peters), un adolescente rubio y guapete que es peor de lo que parece. Y así se van creando afinidades entre los Harmon y sus vecinos, que no dan puntada sin hilo. Desde el primer capítulo de la serie todo pasa por una razón.
La segunda temporada, que acaba de comenzar, se desarrolla en un viejo manicomio abandonado. Para gloria de la serie perviven en el reparto Jessica Lange y Evan Peters. Ella es ahora una monja católica que dirige el centro como una mezcla de piedra pómez y acero. Él es uno de esos ‘pacientes’ que sin verdaderas razones es ingresado en el centro con fines aún desconocidos. No es el único. Otros en su misma situación son una periodista a la que pierde su buen olfato, y una acusada de asesinatos en serie (Lizzie Brochère que hacía el papel más desquiciando en Big Love, serie de la que ya se habló en Viernes).
Recupero mi consejo general del principio. Que nadie se desanime porque la serie sea de fantasmas.
H.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo soy el público prejuicioso que falla. Héctor, sigo pensando que me falta una vida (sólo para las primeras temporadas de todo lo que no he visto!!).
Pero llegará, mi momento llegará!

ASM dijo...

A mi pasa algo parecido pero le pongo mas ganas que Ana. Ya me he visto Mad Men,(por cierto, muy flojita la 5º temporada) Roma, Panam, The Good Wife y tengo varias en cartera,.... todas las de viernes of course y alguna mas. Menos mal que no me estreso.. :-)

Anónimo dijo...

He visto el primer capítulo y madre mia no se si verè el segundo, es un poco terrorïfica esta serie, estas en tensiòn todo el rato, me pica la curiosidad pero no sè.....

Al dijo...

Yo soy serieadicta y aunque el terror no es mi fuerte. Me has convencido y la voy a ver. Gracias H.