ULM: La sifonería. Bebidas de casco antiguo, Palma

C/ Santa Clara, 4
Palma de Mallorca
Las islas mediterráneas acostumbran a ser excelentes espacios para perderse. Además de sol y playa estivales, suelen ser lugares de primaveras esplendorosas, otoños melancólicos e inviernos suaves. El mar que las rodea, tiene ese no sé qué de calma que incita a la poesía. Ya lo decía Van Gogh, cuando hablando del Mediterráneo señalaba que “No siempre se sabe si es verde o violeta, ni siquiera se puede decir que es azul, porque al momento siguiente el reflejo cambiante ha tomado un tinte de color de rosa o gris". No es difícil, pues, perderse por alguna isla mediterránea y disfrutar del olor del mar y de las caricias del sol.
Mallorca es sin duda una de esas islas en las que conviene perderse en alguna que otra ocasión. Hay que despojarse de la típica salida sol-playa-ensaimada para perderse un poco por los pueblos callados del interior de la isla o por los pequeños caminos que recorren la Serra de la Tramuntana o por los olivos que salpican las carreteras secundarias. Y donde uno debe perderse y dejarse perder es, sin duda, en la propia ciudad de Palma.
Rodeada de barrios plagados de hoteles y de veraneantes, el centro de la ciudad sorprende por su silencio. Se trata de uno de los barrios góticos más impresionantes de Europa, que aún conserva su pasado árabe y judío. Los patios de piedra cálida que sorprenden a quien callejea, las plazoletas que invitan a tomar algo (se desaconsejan las famosas hierbas de Mallorca con el estomago vacio) y los palacios e iglesias que refrescan la vista del paseante, son elementos imprescindibles de una ciudad que esconde mucho más de lo que aparenta. Porque detrás de muchas de las pequeñas puertas de la ciudad, se encuentran locales donde disfrutar de un vino, de una pintura, de una lectura… Una suma de oportunidades sensoriales que no deberían dejarse escapar!
La Sifonería es uno de esos pequeños sitios en el que uno debe perderse. Es un local pequeño, oscuro, repleto de botellas que, para jugar con su emplazamiento, no pueden ser sino de ‘casco antiguo’. Un lugar en el que los vinos tienen paladar, la música tiene (mucha historia) y los clientes ninguna prisa por marchar. Los sifones de colores atascan el pasillo y comparten espacio con las grandes botas de vino y los casetes (nunca cds) que el propietario acumula con un (in)discutible aprecio musical. En ocasiones, además, pequeñas exposiciones ofrecen una atracción añadida a las conversaciones que allí se entretejen. En la Sifoneria, uno debe encontrar su sitio en el sentido más literal, pues las sillas y los cojines se mueven y se colocan a gusto del consumidor. Eso permite compartir espacio con todo tipo de gentes: de los que pasan un rato a tomar un vino, de los que allí han descubierto una segunda casa, de los que han leído alguna guía alternativa, de los que nos gusta perdernos sin prisas…
Protegidos por el humor y el encanto de su propietario y aliñado con la simpatía y curiosidad de los habituales, la Sifonería alberga un espacio parado en el tiempo, en el que la calma de la isla comparte espacio con los efluvios del vino. Cuando se quiere recordar que Mallorca es mucho más, muchísimo más, que sol, playa y cerveza, pasar por la Sifoneria se convierte en un ‘must’. Eso sí, no se lo digáis a nadie, que si no la próxima vez no tendremos cojines sobre los que reclinarnos
Gemma

3 comentarios:

Ana dijo...

Cuánto me habria gustado haber leido esto antes!!! Me ha encantado

Gemma dijo...

Nos tocará buscar ocasión para compartir vinos!

Enric dijo...

Lo de inviernos suaves no será por los de Mallorca, que son bastante crudos