Cuaderno de Bitacora: Alsacia, un pedazo de Francia lejos de estereotipos

Francia debe su fama principalmente a sus regiones más conocidas, las que los turistas más aman: Normandía, Bretaña, Borgoña o Provenza, que tal vez no sean, sin embargo, las partes más representativas de aquella Francia que no habla sólo francés, aquella Francia que no vive sólo del mito de Napoleón y por fin, de aquella Francia del interior que sabe ser acojedora y abierta a pesar de la general mala fama del pueblo francés hacia el asunto “recepción”.
Hubo un tiempo en que Francia despertó mucho mi interés en la época en que todavía no la conocía y empezaba a estudiar francés. Tuve la oportunidad de conocer mejor ese país cuya lengua siempre adoré sin conseguir, todavía -confieso- entrar en sintonía con su pueblo. Lo que sí descubrí el verano pasado es que existe una Francia hasta simpática, una Francia que no se mira sólo a si misma a pesar de lo que con cierta autoironía me dijo una vez mi profesor de francés: “nous sommes nombrilistes”, que significa algo como somos “ombliguistas”.
Descubrí Alsacia, que antes ni siquiera sabía colocar exatamente en el mapa y que ahora  en mi imaginario se ha convertido en una región hasta más preciosa que Provenza y adonde volveré con placer cualquier día, entre las muchas partes de Francia que merece visitar por lo menos una vez en la vida.
Estrasburgo acoje de manera sorprendente al turista escéptico que espera encontrar una ciudad super moderna asociando su nombre solamente al Parlamento europeo. Su alma es, por el contrario, profundamente antigua, muy bién representada por la majestuosa catedral gótica que se tiñe de rosa cada ocaso. Fantástico.
Llegar a Estrasburgo desde Alemania es muy sugestivo. Sólo un puente separa Alemania y  Francia. Una orilla es alemana y la otra  francesa. De un lado del río hay escritas incomprensibles y duras (einbahnstrasse), del otro lado la misma palabra tiene sonido ‘suave’ y elegante (sens unique). Hoy parece increíble imaginar que tán sólo hace 20 años había aduana y que ahora es suficiente un minutito de carro para atravesar el puente y entrar en otro país, mudar de lengua, de cultura, de costumbres etc.
La historia de Alsacia es muy interesante pues fue siempre objeto de contienda entre Francia y Alemania y pasó de una nación a otra 2 o 3 veces en los últimos 140 años.
Pertenece definitivamente a Francia desde el fin de la primera guerra mundial pero todo aún habla alemán en esa tierra donde los nombres de las ciudades y de los pueblos son alemanes, la arquitectura es alemana y también la comida está profundamente influenciada por la tradición  alemana.
En el barrio antiguo de Estrasburgo hay casitas medievales que parecen trepadas en las orillas de los canales que atraviesan la ciudad y hablan de un pasado próspero por el comercio de la piel.
Qué decir de las viñas interminables del interior alsaciano ? Hectáreas y hectáreas de viñas de un color verde brillante, donde nacen los celebérrimos vinos conocidos en todo el mundo.
La « route des vins d’Alsace » es el nombre con que se conoce al recorrido que empieza al norte de Estrasburgo, pasa por decenas de pueblecitos y acaba en Colmar, la segunda ciudad más importante de la región, más pequeña que Estrasburgo pero no menos bonita por sus casitas llenas de colores, por sus canales y por la opulencia de las flores que se asoman por las ventanas para dar la bienvenida a los turistas.
Obernai, Bergheim, Ribeauvillé e Riquewihr forman una secuencia de pueblecitos fantásticos que dejan la sensación que el tiempo se haya detenido. Calles tranquilas llenas de bodegas donde probar cualquier tipo de vino y también de cerveza (y emborracharse en un santiamén) y pequeños restaurantes escondidos en el sosiego de corrales deslumbrantes donde se acoge al visitante con una sonrisa en los labios, lo que sólo pueden dar muchas ganas de volver tarde o temprano.
Los paisajes recuerdan algo de Suíza pero también de la parte noroeste de Italia.
La recepción del pueblo alsaciano merece sin duda la visita pues no tiene nada que ver con el frío aproche de los parisinos o de las mayoría de los franceses que ni siquiera consideran dirigir palabra a quien no hable un francés perfecto…
Quizás la influencia alemana diera vida a una parte mas abierta y menos altiva del pueblo francés? No vamos a descubrirlo. Pero no cabe duda de que hay una pequeña Francia dentro de la gran Francia que vale la pena conocer pues es una pequeña joya de ese país cuyo nombre no es sinónimo de  París, sino de su interior.
Los franceses lo saben muy bien, ya que a la región de París se le llama “Ile-de-France” y todo el resto de Francia es la “province”, o sea el interior, que es mucho mayor que la “Ile-de-France”….
Sara Picoli

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No he estado nunca en Estrasburgo, habra que ir. Gracias por recomendarlo. A mi los franceses me parecen simpáticos en general. En Francia he conocido a algunas de las personas mas transigentes que he conocido nunca, no comparto lo de que no sean hospitalarios con los de fuera...incluso me sorprende, tengo que decir.
Besos,
Soniapt

Ruben dijo...

Que chulada! Apuntando en la agenda de vacaciones de este anyo en 3,2,1...

Anónimo dijo...

Yo conocí La Alsacia y me pareció una región preciosa.
Ra

ana dijo...

Yo también he disfrutado la Alsacia. Adoro Estrasburgo y recuerdo el mercadillo de Navidad de Colmar con cariño...