Todo empezó hace escasos días. A mi
regreso de Barcelona me encuentro junto al ordenador de mesa una gran nota de mi
marido: “Eva, artículo de lectura obligada”. La autora, Elvira Lindo. Y No me quieras tanto, el título con el que se
publicaba en El País.
La pieza desglosa el variado
comportamiento de muchos iniciados en el apasionante mundo de Twitter. Se
habla de “enganche”, de “bolerización del género epistolar” y en definitiva, de
nuestra educación con respecto a otros a la hora de interrumpir conversaciones
cada vez que se enciende un pilotito en nuestros celulares. Sonrisas, rostros de
asombro, coqueteo, en fin, todo un amplio abanico de reacciones frente al
mensaje, mención o simple tweet deseado o no. Tiene gracia.
Así que comencé a darle vueltas al
asunto. A nuestros hábitos y si éstos estaban siendo modificados. A nuestra
actitud, a la necesidad en aumento de explicar lo que nos sucede o lo que
pensamos al respecto de algo serio o algo nimio –como en nuestra vida cotidiana-
en administradas dosis de unos pocos caracteres. A si este fenómeno nos estaba
desinhibiendo y nos mostrábamos algo más descaradetes, a pesar de la condición
pública del mismo. A si descubríamos nuestra faceta más exhibicionista y voyeur
al mismo tiempo. A si, en definitiva, éramos algo más pecadores desde que nos
adentrábamos en el tuiteo a discreción.
La lujuria, sin ir más lejos,
se manifiesta en formas diversas y podría englobar varios aspectos. Ésta no sólo
se circunscribe a todos aquellos pensamientos y comportamientos de índole
sexual, también el sentimiento de posesión, de celos, de coqueteo abierto o los
anteriormente mencionados voyeurismo y exhicionismo.
Numerosos profesores de literatura y
no pocos periodistas que investigaron a fondo la vida de Juan Ramón Jiménez,
apuntaron su tendencia al vicio de la observación como algo bastante usual. Así
como su entrega al onanismo con guantes de seda, algo más refinado. Según el
historiador Paul Johnson, más que documentado está el apego al exhibicionismo
que poseía Jean-Jacques Rousseau, sobre todo en su etapa de juventud por las
calles de Turín cuando mostraba su trasero al paso de bellas jovencitas. “El
placer estúpido que me producía exhibirlo ante sus ojos es indescriptible”.
También estos conceptos han
evolucionado y han adquirido una nueva dimensión. Y Twitter no es ajeno a ello.
Muy al contrario. Los hay quienes lanzan abiertamente la gabardina al aire
mostrando su plenitud, los hay quienes enseñan tímidamente la patita. Pero –y me
incluyo- nos paseamos por la plaza pública con nuestra mejor sonrisa.
De la misma manera que quienes
observan constantemente. Algunos se dan a conocer. Otros permanecen en sus
guaridas.
La lujuria nos lleva directamente a
la gula y la avaricia. Más tweets, más followers, más menciones,
más, más… insaciables. Pero en esta carrera también participa la envidia,
tan española, tan nuestra. Compañera malvada donde las haya.
La pereza ha encontrado en
Twitter su acomodo ideal. No más de 140 caracteres. No hace falta que escribas
algo de propia cosecha, puedes copiar o puedes retuitear. Fácil. Y gracias al
recientemente fallecido Steve Jobs, un ligero roce de la yema de tu dedo índice
es suficiente.
Pero el tuiteo desmedido también nos
muestra la Ira. En debates, en tertulias virtuales, en simples
comentarios de noticias indignantes. Ella aparece cuando menos te lo esperas y
si no la controlas, ahí permanece, en el cloud de los servidores de todo el
territorio nacional e internacional. Ahí está, recordándote ese momento de
cólera que tuviste una noche.
Pero el Santo Grial de Twitterworld,
mis queridos amigos, no podía ser otro que la soberbia. Ahí estamos
todos. Unos y otros, incluso los más modestos. Aflora por los poros. La vanidad,
ese pecado –si me permitís- tan masculino pero tan común también a tantas
mujeres, flota, pasea y se respira en numerosos tweets. Aceptemos las cosas sin
que nadie se escandalice.
Admito mi pequeño vicio confesable.
Y en cuanto esto os cuente, probablemente será tuiteado por una servidora. Pero
no nos hagamos trampas en el solitario porque somos mayorcitos.
Así que aún admitiendo que hay
muchos aspectos cultural y socialmente estimulantes en la conexión con esta red
social, reconozcamos que lo utilizamos también como un espejo en el que nos
gusta contemplarnos.
Y sí, capté la indirecta de mi
marido. Lo tendré en cuenta. Creo además, que ya lo he tuiteado. Ya conocéis la
historia del escorpión y la tortuga.
Eva Miquel
5 comentarios:
Eva, qué buen speaker´s nos has regalado!! Yo he de decir que no tengo ni Iphone, ni Blacberry, ni smartphone que se precie. Seguramente porque soy carne de cañon y me engancharía en demasía. Bastante tengo con llegar a casa y ver cuantos comments nuevos hay en viernes, subir a facebook una entrada antigua de oldviernes, leer algo interesante sobre el mundo de la mujer y ponerlo en Moti Mahal y luego seguir como se comportan todas esas entradas, si alguien se hace eco de ellas, si son poco o muy vistas (no me atrevo a decir leídas) en fin que si no todos los pecados capitales alguno si que practico y en abundancia. Y tal vez sea por eso que no me importa que si comparto mesa con alguien, su smartphone sea un convidado mas. Creo que hemos interiorizado tanto esa dualidad de presencia física y virtual que se puede hacer sin menoscabar la primera asi que a mi lo me importa (en relacion con el articulo de Elvira Lindo que citas) es que me quieran.
Bueno... puedes dosificarlo y conectarte "sólo" por ordenador, muchos lo hacen así para no esclavizarse. No les falta razón
Me alegro de que te gustara... Muchas gracias. Un placer, as usual. Y ya sabes que lo hago con cariñito...
Me encantó el artículo de Elvira Lindo y se lo mandé a mis amigas con la que comparto mesa y iPhone con menos frecuencia de lo que quisiera... me juraron que me quieren mas a mí que a su iPhone... Me encantan los artículos que provocan declaraciones de amor.
Y me encanta que las redes sociales y la tecnología nos hayan devuelto las "relaciones epistolares" (también me encanta decir relaciones epistolares)...
y podamos estar al día de los pequeños acontecimientos cotidianos, y hablar sin parar de cosas poco importantes que, al final, es lo que nos pasa. Yo no tengo Twitter, no sé por dónde empezar, pero si tuviera ya os habría contado que tengo un otoño precioso, que a mi hija le han puesto aparatos y que mi hijo quedó segundo en el torneo de "soccer" de Indianápolis.... en fin, lo realmente importante
http://www.youtube.com/watch?v=4hkF1QuLpXs
Pues eso....AL
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