Bienvenidos a Tirana

Bienvenidos a Tirana, amigos, donde las normas de tráfico son mera orientación, y las reglas de preferencia puramente intuitivas. Olviden la señalización horizontal, vertical o semoviente: tomen decisiones expeditivas y ocúpense de evitar el choque sin preocuparse de las infracciones, que nadie se lo ha de reprobar. Al igual que sucede en otros países que han superado regímenes colectivistas, esta es la primera generación de conductores, a cuyo carácter aguerrido se une lo nuevo del parque móvil. No encontrarán aquí vehículos parcheados hasta lo grotesco, sino utilitarios propios de cualquier país próspero, aunque con una ratio significativamente superior de Mercedes, cuyo origen ilícito se da por supuesto. Pero cuesta creer esta y otras ignominias que se le imputan a este pueblo mucho más afable, hospitalario y civilizado que sus vecinos, del que solo disponemos de referencias cuando ocurre alguna desgracia. Al pensar en Albania, injustamente ignota cuando no vilipendiada, evocamos gente cejijunta y hosca, montañas de desperdicios y bidones ardiendo en escombreras. Por el contrario, uno se topa con una nación humilde pero no mísera, diferente pero no chusca. Aquí hay basura, para qué nos vamos a engañar, pero es una mierda poco agresiva, suavemente integrada en el paisaje.
En Tirana hay una plaza principal, y gente por todos los sitios, y edificios de colores y a medio construir. De Scanderbeg Square parten las avenidas principales, las cuales mueren en una ronda de circunvalación que rodea el casco urbano. No resulta extraño cruzarse con hablantes de español, pues las telenovelas sudamericanas constituyen una parte importante de la dieta televisiva, de manera que no conviene confiarse y proferir comentarios inconvenientes por mucho que la degradación del entorno o lo peculiar de los comportamientos inviten a la chanza bienintencionada.
Es probable que Tirana cuente con la mayor proporción per capita de bares en todo el planeta, aunque todos ellos datan de hace veinte años a lo sumo, tras la caída de Hoxha. Por la noche, la zona de beber se concentra en una cuadrícula aledaña al bulevar Deshmoret e Kombi, a lo largo del cual se alinean edificios oficiales, en los que la arquitectónica reciedumbre socialista complementa la marcialidad mussoliniana. Proliferan restaurantes, pizzerías, hamburgueserías, cafés, y otros negocios eclécticos en los que uno no sabe si tomarse un cruasán, una cerveza, o subir al reservado. Las chicas lucen sus mejores atuendos y muestran occidental indiferencia a los turistas cuarentones y rijosos, por mucho que uno se esfuerce en mostrar apariencia de curtido aventurero. Lejos de los bares de moda es posible acudir a otro tipo de establecimientos en los que albaneses de mediana edad liban raki y bailan al son de una banda local, que pergeña un techno de baratillo con vigorosos aires turcos, como toda la música balcánica.
Disfrutamos de las últimas horas vagando sin criterio. Escupimos al Lana, un exiguo regato no más ancho que una zanja que atraviesa canalizado el centro de la ciudad; visitamos improvisados puestos ambulantes en el interior de edificios en ruinas, y bebemos en una tasca de cuyo pavimento surge el tronco de un árbol mientras una anodina banda de rock actúa en el exterior. Callejeamos y echamos fotos sin cesar a la maraña de cables que nos sobrevuelan. Al sur hay un descuidado parque urbano y un lago artificial no demasiado impoluto, tras el edificio de la Universidad Madre Teresa, la heroína nacional junto al barbado Scanderbeg. Para cenar, nada más acertado que subir al restaurante giratorio —una vuelta cada dos horas— sito en uno de los pocos rascacielos del centro. El vino de la cena hace su efecto; los viajeros, briagos, deambulamos por esta Tirana diferente, de gatos ahítos de desperdicios, limusinas abandonadas y solares que simulan vertederos. Nos despedimos del país antes de tomar nuestro vuelo en el coqueto aeropuerto Madre Teresa —otra vez—; después, dormimos la mona mientras sobrevolamos el Adriático.
Hernesto

5 comentarios:

ASM dijo...

Lo más cerca que he estado de Albania fue en Montenegro cuando era antigua Yugoslavia y la verdad, en Bosnia había lugares que no tenían nada que envidiar a las fotos del video. Despues vino la guerra de los Balcanes y supongo que no les haya ayudado precisamente, lo que si me pareció la gente fue mucho mas cálida que sus vecinos croatas o serbios. Pero es que una guerra endurece cualquier caracter.
Interesante tu texto, para cuando el libro??

Maria Luisa dijo...

Oye, que bonito lo cuentas, que he acabado agotada de este viaje, de ver tanta gente, tantos sitios interesantes y beber tanto vino.... Y pensar que Tirana ni siquiera estaba en mi lista...

RA dijo...

Muy chulo el texto y el video,un sitio interesante del que desconozco casi todo.
Gracias por compartirlo.

ana dijo...

muy interesante... y me ha encantado el texto, tb a mí.

Anónimo dijo...

El texto es muy bonito, pero lo que cuentas y muestras de la ciudad... Me da la sensación de que debe ser un destino para fans del este.