Cuaderno de Bitacora: Metrópolis

Nuestra amiga Amparo nos pidió a Marta y a mí, su compañeras pucelanas, que comentáramos en su “Viernes” qué habíamos visto en la Seminci, y Marta y yo, después de mirarnos asombradas de hito en hito, preguntándonos: ¿Qué quieres que hagamos, qué?, nos pusimos manos a la obra y aceptamos el desafío, y aquí va lo que os contamos:

Durante la última semana del frío y ventoso mes de otoño vallisoletano, se ha celebrado la 53 edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, conocida familiarmente como “Seminci”. Durante una semana muchos vallisoletanos acudimos a las salas de cine en horas intempestivas (sesiones a las 22:30 o 23:00 horas), desafiando el frío y los horarios de trabajo, para ver películas “no comerciales”, películas de autor o de cine independiente, al que muchos de nosotros no estamos habituados.
La Seminci tiene ese encanto. Atrae a gente como yo, por ejemplo. Personas que lo que más han visto de cine independiente es “Manuale de Amore” y después de muchas recomendaciones, pero no sé, quizás sea el que por una semana los vallisoletanos, de natural seco y áspero, poco dados a las excentricidades, nos disfrazamos de personajes de cine, de actores y de actrices, de directores afamados, y acudimos a las salas con espíritu crítico pero a la vez ilusionado, para ver, lo que muchos, los más entendidos, llaman “buen cine”, para luego hablar y charlar sobre la película que hemos visto, sintiéndonos por unos días, jurados del festival.
Marta y yo, esclavas de los horarios laborales, sólo acudimos a dos proyecciones. La primera de ellas fue “Bella”, película mejicana dirigida por Alejandro Monteverde e interpretada por un “interesantísimo” (estéticamente hablando, porque el tío está estupendo), Eduardo Verástegui. La peli nos gustó, ese gustar templado que no llega a entusiasmar, pero que alegra el corazón. La estrenan dentro de poco y os recomendamos que vayáis a verla. Trata de una chica americana que se queda embarazada (el padre de la criatura se ha dado el bote dejándola plantada) y que es despedida del restaurante en el que trabaja casi al mismo tiempo. El cocinero del restaurante se compadece y va tras ella con la intención de ayudarla. A partir de ahí las angustias de ambos surgen y se entremezclan, sin que ninguno de los dos sepa como atajarlas.

En cuanto a la segunda, se trataba del largometraje “Metrópolis”, del director alemán Fritz Lang, que se proyectaba en el fantástico Auditorio Miguel Delibes. La película es, nada más y nada menos, que del año 1927 y se trata de la primera película de ciencia ficción en la historia del cine. Verdaderamente es una maravilla comprobar cómo a principios del siglo XX se conseguían ya realizar efectos especiales, como está tratada la trama, con mucho dramatismo, es cine mudo, y los actores, sin hablar, consiguen expresar lo que muchos actuales no consiguen con su voz. Además la banda sonora de la película fue interpretada, en directo, por la orquesta sinfónica de Castilla y León, lo cual creaba un ambiente único y muy especial, como el de estar en una de las primeras salas de cine, viendo la cinta, escuchando la música y preguntándote “¡Que invento tan maravilloso éste del cine!”.
Reyes del Rio Hortega

2 comentarios:

Anónimo dijo...

vaya, vaya, Reyes asi que eres amiga de Eduardo Verástegui.....

Anónimo dijo...

Me hubiera encantado asistir al pase de Metropolis que nos cuentas. A ver si el próximo año se enrolla Yolanda y nos organiza un curso en plena Seminci.